sábado, 3 de diciembre de 2011

CRISIS



Yo no sé muy bien qué es eso de la crisis. Oigo hablar de ella a todas horas, en todos los sitios. En la televisión es que no callan: La crisis por aquí, la crisis por allá. Las señoras en el parque, igual.
 El día en que mi padre no fue a trabajar se levantó de mal humor y dijo: “jodida crisis”.
Después se pasó el día entero dando vueltas por la casa sin aposentarse en ningún sitio, como si tuviera azogue, que diría mi abuela.. Al mediodía volvió a gruñir: “jodida crisis, ¡ni un vaso de vino puede uno ir a tomar con los amigos!” y siguió dando vueltas por la sala sin marcharse al bar, como solía hacer todos los días antes de la comida. Al final se sentó a leer el periódico, siempre por la misma página, una que trae anuncios pequeños.

Lo que tampoco entiendo es porqué mamá se ha enfadado cuando le he dicho que a mí me gusta la crisis.
 En realidad no se enfadó, sino que dijo muy seria: “no hables barbaridades, Asun” con una voz que no era la de siempre. La de antes sonaba como si tuviera cascabeles en la garganta, de alegre que era. En cambio la de ayer (porque esto que cuento ocurrió ayer por la noche mientras cenábamos), la de ayer, digo, parecía una voz triste, mojada, como si chorreara agua. Digo yo que si acaso las lágrimas caminan solas desde los ojos a la garganta sin que nadie las mande, porque cuando dijo “no hables barbaridades, Asun” miró a mi padre y los ojos se le llenaron de lágrimas. Mi padre bajó la cabeza, dejó el tenedor sobre el plato y no lo volvió a coger, como si de repente se le hubieran quitado las ganas de comer, ¡y eso que la tortilla estaba buenísima!
A los dos les he visto tan mustios, tan silenciosos, tan preocupados, que no me he atrevido  a explicarles nada, por si acaso se ponían más tristes.
Pero el caso es que yo estoy contenta con la crisis.

Desde que mi padre está en el paro (hace casi un año) yo le tengo más tiempo a mi lado y hasta parece que me quisiera más. Mi madre marcha temprano a limpiar en otras casas que no son la nuestra. Mi padre me despierta por la mañana cuando ya tiene el desayuno puesto en la mesa. Desayunamos juntos y luego me lleva andando al colegio. “Hay que ahorrar gasolina, por la crisis –dice-. Y además el ejercicio es sano. Hay que mantenerse en forma”.
 Luego hace la compra y prepara la comida antes de recogerme otra vez a la salida del colegio. Lo que mejor le salen son las lentejas con chorizo, aunque también puede hacer cocido, o patatas con costillas adobadas. Pero lo que mejor, mejor, le sale son las lentejas. “Ya ves, antes no valía ni para freír un huevo”- dice- y nos reímos. Nos gusta reírnos juntos de las cosas que hasta hace poco no sabía hacer.
Porque eso sí que es verdad. Mi padre clavaba tacos en la pared para colgar los cuadros, o arreglaba un grifo si goteaba. Incluso arregló  una vez la lavadora que no centrifugaba bien. Pero lo que es de la casa... lo de todos los días, quiero decir,  de eso ¡nada de nada! Siempre mi madre. Que si cocinar, que si limpiar, que si hacer las camas... Y claro, como los cuadros ya estaban colgados de los clavos y la lavadora no se había estropeado más, mi padre al volver de la fábrica se sentaba a ver la televisión - mientras mi madre planchaba- , o se iba un rato al gimnasio hasta la hora de cenar. “Hay que mantenerse en forma”, decía.

Pero llegó la crisis. Mi padre se quedó sin trabajo y mi madre tuvo que buscarse unas casas para asistir.
Los primeros tiempos fueron difíciles. “Un inútil, Asun. Me he convertido en un inútil” le decía a mi madre que también se llama Asun, como yo.
Un día mi madre le puso un papel en las manos. “Ten, para que no seas un inútil, como tu dices”. Era un anuncio del ayuntamiento para que los hombres aprendieran a cocinar, a fregar, a planchar... a hacer todas las cosas que siempre habían hecho las mujeres.
Y mi padre se apuntó al curso. Porque mi padre no es un vago. Si no trabaja es porque no encuentra trabajo por más que se presente a todos los puestos que anuncia el periódico y el INEM (que no sé muy bien en qué consiste. Solo que es un sitio en el que cada vez las colas son más largas, según dice mi padre). Así que ahora es él quien hace la comida y limpia el baño y plancha sus camisas y mis camisetas. Y cuando mamá vuelve de su trabajo encuentra la mesa puesta y la ropa doblada y guardada en los armarios.
Y es por todo eso por lo que estoy contenta con la crisis. Por tener a mi padre todo el día conmigo, que antes casi ni le veía. Por ver a mamá descansar un rato mientras papá friega los platos. Solo que.... desde que mamá me dijo:”no hables barbaridades, Asun” no me atrevo a repetirlo.

Esta mañana, antes de clase, se lo he contado a  la señorita Gloria, la que nos da “Cono”, y ella nos ha explicado que la crisis es como si de pronto todo el mundo se hubiera quedado sin dinero, y las empresas echan a los trabajadores para no tener que pagarles.
-Pero la crisis pasará. Tardará algún tiempo... pero pasará –dijo-. Entretanto todos tenemos que cooperar y ayudar a que la familia salga adelante. Los niños no debéis ser caprichosos y estar todo el santo día pidiendo “chuches”  porque los padres tienen el dinero justo para daros de comer y ... poco más.
Será por eso que mi padre y yo pasamos de largo ante el quiosco. Pero a mí no me importa siempre que los dos vayamos de la mano a preparar la comida para cuando vuelva mamá.


1º Premio
II Certamen Relatos de Mujer
Ayto. de Villaquilambre, (León) 2009


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